Arrancábamos un viaje soñado… Recorrer las grandes ciudades de la costa este de Estados Unidos y Canadá, tal cual anticipábamos en esta entrada.

Un remis de Tienda León nos dejó en el aeropuerto de Ezeiza, que, por ser media tarde, estaba casi desierto.

Hicimos rápido el check in en los mostradores de LATAM, pasamos por migraciones y estuvimos en el VIP de Star Alliance (acá lo analizamos en detalle).

A diferencia de la mayoría de los vuelos que unen las capitales de Argentina y Chile, nos tocaba un Boeing 767, fuselaje ancho lo que implica más comodidad.

Partimos en horario y apenas nivelamos nos trajeron los famosos sandwich que nunca llegan a convencer…

Está bien, es un vuelo corto, pero hay muchísimas opciones muy superadoras respecto de un pan insulso y apelotonado.

De todos modos las TCP de nuestro pasillo fueron extremadamente simpáticas y atentas, incluso cuando repartieron el kit infantil o los M&M a la niña viajera.

El entretenimiento a bordo obviamente era con las pantallas individuales. Como siempre muy buena y actualizada selección de películas, el único detalle menor es que aún no estaba actualizado el nombre (arriba a la derecha), pero siempre e suna experiencia satisfactoria.

El cruce de la cordillera fue de noche, así que no hay postal (la prometemos para la crónica del regreso que fue matutino).

El aterrizaje fue en horario (incluso unos minutos antes), el aeropuerto de Santiago es muy amigable con los pasajeros en tránsito, ya sea por su personal o por los carteles informativos.

Nos dirigimos al VIP de Avianca donde esperaríamos cómodamente hasta abordar el Boeing 787 de apenas seis meses que nos llevaría a la Gran Manzana.

A viajar que enriquece el alma.