La Ciudad de Quebec está dividida, al igual que tantas otras, en dos partes (vieja y nueva). La Ciudad Vieja (también conocida como Vieux Québec o Centro Histórico) es Patrimonio de la Humanidad desde 1985 y constituye el sector más interesante de la capital provincial por los atractivos que encierra.
Es un barrio no muy extenso, por lo que es muy fácil de recorrer a pie y no hay necesidad de usar transporte público o privado (tiene algunos pasajes con pendiente pronunciada, pero no suelen ser un problema mayor). Calles que parecen paralelas de pronto se vuelven perpendiculares y enseguida se cruzan con las arterias principales que conducen hasta la Place d’Armes, el punto neurálgico de la zona. A nuestro entender, lo mejor es ir avanzando sin un camino previamente trazado: todo está cerca y el Château Frontenac sirve como punto de referencia.
El Centro Histórico se desarrolla sobre el Cabo Diamant: se encuentra delimitado por unas murallas (de allí que esta zona también recibida el nombre de “ciudad amurallada”) y se extiende hasta el río San Lorenzo. La parte situada en la cima de los acantilados del Cabo se llama Ciudad Alta (Haute Ville) y la zona a sus pies, entre los acantilados y el río, es la Ciudad Baja (Basse Ville).
La parte Alta se comunica con la Baja mediante una empinada calle (Côte de la Montagne), que ofrece un atajo en forma de escalera (la Escalier Casse-Cou, que literalmente significa escalera rompecuellos), y también mediante un funicular.
Hoy nos vamos a dedicar a explotar la Haute Ville. Para no perder de vista los lugares o puntos de interés principales, les dejamos una lista de los sitios “imperdibles”:
- Château Frontenac: La organización de la Haute Ville gira en torno a este espectacular castillo, hoy convertido en un hotel de más de 600 habitaciones (es manejado por la cadena Fairmont). Domina la escena visual de esta parte de la ciudad y es conocido por ser «el hotel más fotografiado del mundo». Se puede visitar el hall de entrada o bien contratar un tour (se ofrecen todos los días durante el verano o los fines de semana durante el invierno, en inglés o francés).
- Terrasse Dufferin: Este paseo marítimo de madera mide 671 metros de largo y se extiende desde el pie de la Ciudadela hasta el Château Frontenac. Ofrece impresionantes vistas de Île d’Orléans, el río St. Lawrence y la Basse Ville y es un lugar popular de reunión durante todo el año, además de servir como «escenario» para los artistas callejeros que se presentan en el verano. También es un excelente lugar para apreciar el Château Frontenac desde distintos ángulos. Al inicio de la terraza se encuentra el funicular para acceder a la Basse Ville.
- Place d’Armes: La zona alrededor de esta plaza está llena de restaurantes y bares y hay mucho movimiento de gente. Aquí se realizaban antiguamente la instrucción y los desfiles militares, pero a principios del siglo XIX y con la construcción de la Ciudadela, la Place d’Armes perdió su función militar. Actualmente, es una preciosa plaza ajardinada rodeada de prestigiosos edificios en cuyo centro se encuentra el Monumento a la Fe, una escultura neogótica colocada sobre una fuente.
- Catedral de la Santísima Trinidad: Se trata de la primera catedral anglicana construida fuera de las islas británicas. Mientras estaba en construcción, el rey Jorge III ordenó un servicio de comunión de plata excepcional para la nueva Catedral, que sigue siendo al día de hoy uno de los mejores ejemplos de plata georgiana jamás realizada. Se puede visitar de Mayo a Octubre todos los días de 10am a 5pm, en Noviembre todos los días de 11am a 3pm y de Diciembre a Abril sólo los domingos de 12:30pm a 4pm.
- Hôtel-de-Ville: Como comentamos durante el review de nuestro recorrido por el Vieux Montreal, Hôtel-de-Ville no significa «hotel de la ciudad» sino que es el nombre en francés para el Ayuntamiento o Municipalidad. El de Quebec fue inaugurado oficialmente en 1896 y fue construido en el antiguo emplazamiento del colegio jesuita.
- Place de l’Hôtel-de-Ville: Aquí convergen religión, política y educación. La plaza frente al Ayuntamiento lleva este nombre desde 1900, tras la construcción del edificio municipal. Hasta mediados del siglo XX también se la conoció como Place Notre-Dame o Place de la Basilique, justamente porque el templo está a unos pocos pasos. En verano, aquí actúan artistas públicos mientras que en invierno los stands de madera del mercado navideño se instalan desde finales de Noviembre hasta finales de Diciembre. La plaza alberga el Reloj Jura, un regalo de su homónimo cantón suizo con motivo del 400 aniversario de la ciudad.
- Basílica Catedral de Notre-Dame: Designada como sitio histórico nacional dado su valor arquitectónico, la Catedral es testigo de la historia de la población francesa en Canadá. Es la parroquia católica más antigua al norte de México y su construcción fue ordenada en 1633 por Samuel de Champlain, el fundador de Quebec. A pesar de los numerosos incendios que sufrió, su fachada data del siglo XVIII y sus ventanales son una clara muestra del trabajo artesanal francés. La entrada es gratuita y se puede visitar de Septiembre a Mayo; los horarios varían según el día de la semana (consultar en la web oficial).
- Rue du Trésor: Este pasaje funciona como una galería de arte al aire libre. A pesar de su estrechez, atrae a una gran cantidad de artistas que exhiben su trabajo en las paredes que bordean la calle (abundan las litografías de lugares típicos de la ciudad, como las puertas de la fortificación). Los expositores son bastante «celosos» de sus obras y no permiten que los turistas saquen fotos directas de sus creaciones.
- Séminaire de Québec: Fundado en 1663, es un verdadero tesoro escondido. Los edificios que albergan la escuela están dispuestos alrededor de un patio central al que se puede acceder a través de una puerta a pocos pasos de la rue Saint-Jean. Gran parte del Séminaire de Québec es invisible desde la calle y vale la pena pasar un tiempo admirándolo.
- Rue Saint-Jean: Imprescindible para cualquiera que visite la ciudad de Quebec. A partir de la Place D’Youville, boutiques, restaurantes, iglesias y edificios históricos crean un ambiente único y ecléctico. La calle está cerrada al tránsito en verano, cuando reina un ambiente festivo.
- Rue Saint-Louis y Rue Sainte-Anne: Estas calles, que conducen hacia Place d’Armes y Dufferin Terrace, son estrechas pero desbordan de encanto y se caracterizan por albergar numerosos restaurantes y locales comerciales.
- Ciudadela de Quebec: Es un claro ejemplo de la arquitectura defensiva y estratégica de la ciudad. Ubicada junto a la puerta St Louis, esta fortificación militar es la residencia del primer gobernador general de Canadá en la parte francófona del país (su residencia en la parte anglófona está en Ottawa y se llama Rideau Hall). Se puede recorrer el interior en una visita guiada (tours en inglés y en francés) y en verano se puede presenciar el cambio de guardia (a las 10am). Tenemos post con todos los detalles en esta entrada.
- Puertas St. Louis, Kent y St. Jean y Parc de l’Esplanade: El paseo alrededor de la muralla que rodea a la ciudad es muy recomendado para obtener una visión de contrastes entre la arquitectura afrancesada del Vieux Quebec y los rascacielos de la parte Nueva. A lo largo de la muralla hay varias “puertas” que dan acceso al Centro Histórico: St. Louis (la que está más cerca de la Citadelle), Kent (entre Porte St. Louis y Porte Kent se encuentra el Parque de la Esplanada) y St. Jean (a pasos de la Place d’Youville).
La duración total del recorrido varía según el tiempo que cada uno se detenga en el paseo de los artistas o en las vistas a las iglesias. En general, puede completarse en unas 4 horas (no incluye la visita guiada a la Ciudadela, que lleva una hora de tiempo adicional) a paso tranquilo (tal vez 2 horas si es que tenemos poco tiempo en la ciudad).
Vale la pena hacerlo de día, para vivir el ir y venir de los turistas y el de los canadienses que trabajan en esta zona. Pero también es recomendable volver durante el atardecer, cuando el movimiento no se desacelera si no que se transforma: los restaurantes inundan las veredas con mesitas, se encienden las guirnaldas de luces que cruzan de un lado al otro las calles empedradas y diferentes ritmos de música (suaves y nada invasivas) inundan el ambiente.
Porque viajar enriquece el alma
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